Capítulo 4

- Pero me pediste que me vaya.
- Sí, ya sé… Es que, necesito decirte algo, pero que me da mucha vergüenza… (Suspiré) Mejor anda, de verdad.
- ¿Me quedo o me voy?
- (Reí) ¿Soy muy ciclotímica, no?
- Un poco… (Respondió riendo)
- Anda, en serio… Y gracias.
- No agradezcas. (Sonreí y él se fue)

Yo di media vuelta, y quede de frente a la pared, con mis piernas flexionadas y mis manos sobre mi panza.

Mis ojos no dejaban de despedir lágrimas, ni mi cabeza de pensar. Tenía demasiado miedo, y cuando digo demasiado, es demasiado…

- Para Toro, para. ¡No puedo! Me siento mal. ¿No te das cuenta?
- ¿Qué te pasa Paulita? (Preguntó despectivamente, tomándome del brazo)
- ¿Me soltas?
- Decime que te pasa, hace días que estás así, y así no me servís.
- Entonces deja que me vaya.
- Ni loco.
- ¿Me pensas tener toda la vida secuestrada?
- ¿Secuestrada? ¿A vos te parece que yo te tengo así?
- Sí, hace años… (Dije ya con lágrimas en mis ojos) No soporto más esto, dejame ir. Por favor.
- Acostate conmigo y después hablamos. (Dijo empezando a tocarme, otra vez)
- Basta, por favor. Me das asco, asco…
- Pero vos a mí me encantas.

Y en ese momento noté que cuando había ordenado mi minúscula habitación el test de embarazo había quedado sobre una mesita, la cual se encontraba atrás mío.
(En realidad, no estaba ordenando, estaba juntando mis cosas, necesitaba escaparme)

- Dejame, al menos por hoy. Te lo estoy pidiendo por favor, me siento mal.
- ¿Qué carajo te pasa? ¿Por qué te sentís mal?
- No sé…
- Sí que lo sabes.
- No, no sé. (Respondí nerviosa, pero tratando de sonar convincente)
- ¿Me lo vas a decir vos o te lo tengo que decir que yo?
- ¿Qué?
- ¡Deja de hacerte la boluda nena! (Dijo y cada vez apretaba más mi brazo, ya me dolía, y demasiado) ¿Qué es esto? (Gritó con el test en la mano, y yo no sabía que responderle, tan solo bajé mi vista, llorando cada vez más. Estaba demasiado nerviosa, y tenía miedo, no por mí, sino, por mi bebé)
- Un test.
- No me trates de pelotudo. (Dijo y ahora me pegó un cachetazo)
- ¡Basta Toro! ¡Basta! (Grité, pero con pocas fuerzas)
- Basta vos. Ahora vas al baño y te tomas la pastillita que hay ahí, así ese bebé desaparece.
- No podes ser tan mierda.
- Hacelo Paula.
- No lo voy a hacer.
- Sí que lo vas a hacer. ¿O te olvidas que yo soy tú dueño?
- Vos no sos nada mío.
- Sí pendeja. ¡SÍ! (Y me soltó, haciendo que caiga al suelo, en dónde me frené con las manos, para no golpear ni mi cabeza ni mi panza)
- ¿No te mueve ni un pelo saber que es hijo tuyo?
- ¿Cómo lo sabes? ¡Si sos una puta!
- Lo soy porque me obligas… (Dije desafiante, levantando mi vista) Y lo sé, porque lo sé… Porque lo sentí, porque aunque no me hayas dejado terminar la secundaria sé contar, y sé cómo es mi ciclo femenino. Punto. Pero si no te mueve un pelo, no me importa… Ya lo sabía.
- Vas y tomas la pastilla Paula.
- No lo voy a hacer.
- Sí lo vas a hacer.
- No, no lo voy a hacer.
- Es mejor que lo hagas ahora, a que secuestre a ese pendejo cuando nazca y lo haga desaparecer, o lo mate, o lo que me pinte.
- No podes ser tan mierda.
- Sí que puedo, y lo sabes. Asique pensalo.

Y se fue, pegando un portazo. Yo me arrinconé en una esquina del cuarto, y lloraba cada vez más. ¿Qué había hecho tan mal para merecer este infierno?

- ¿Qué pasa? (Preguntó acercándose a mí y yo abrí mis ojos, llorando) ¿Te quedaste dormida?
- Mmm… (Pensé) Creo… Soñe un recuerdo, perdón. ¿Grité?
- Sí, pero no pidas perdón. (Dijo y se sentó a mi lado)
- No soporto más esto.
- ¿Qué soñaste? (Preguntó y dijo) Permiso… (Corrió un mechón de pelo mi cara y yo tomé su mano, por impulso o por necesidad, vaya a saber uno)
- No te vayas, por favor.
- No me voy a ir, a ningún lado. (Sonreí) ¿Me queres contar?
- Soñé, o me acordé, cuando se enteró que estaba embarazada, es horrible. Me va a encontrar, y mi bebé no va a estar más.
- Sí te encuentra, no te va a pasar nada, ni a vos ni a tu bebé. Te lo prometo.
- Pero…
- Pero nada, te lo prometo.
- Para Pedro… Te juro que valoro demasiado que me lo estés prometiendo casi sin conocerme, pero no puedo vivir acá para toda la vida.
- ¿Por qué no?
- Pedro…
- ¿Qué? Nadie sabe que nos tiene deparado el destino.
- Yo sí lo sé, el Toro de por vida.
- No Pau. No… Ya hiciste la denuncia, y ese es el inicio de tú cambio de vida.
- Yo sé que vos sos abogado, y supongo que por eso estarás de acuerdo o confiaras en la justicia, pero yo no… Con todo lo que me pasó siento que la justicia ni siquiera existe.
- Mmm… ¿Me dejas demostrarte que si encontras a alguien que la busca de verdad si existe?
- ¿Alguien cómo quién?
- ¿Estoy pintando yo? (Preguntó y reí) De verdad, yo te voy a demostrar que si uno quiere, la justicia existe.
- Lo dudo.
- Confia en mí. (Sonreí) No comiste nada a final.
- Me quede dormida… Igual ya me siento mejor.
- Igual no podes pasar la noche sin comer nada.
- ¿Preparo algo para cenar?
- Sí tenes ganas.
- Sí, así me despejo un poco.
- Entonces la cocina es toda tuya. (Me tomó la mano y me ayudó a levantarme)
- Gracias.
- No agradezcas, con que cocines algo rico ya está. (Yo sonreí y me dirigí a la cocina)

Comencé a investigar las alacenas y la heladera, tarta de pollo.

Mis manos estaban en un lugar… (Cortando el pollo) Y mi cabeza en otro completamente distinto. (En Pedro)

¿Por qué me protegía así si ni siquiera me conocía? ¿Por qué nos protegía así? ¿Nos cuidaba? ¿Nos daba un lugar? ¿Por qué? ¿Por qué se me aceleraba el corazón cada vez que lo sentía cerca? ¿Por qué me transpiraban las manos?

¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué confiaba en él? ¿Por qué aceptaba su ayuda?

¿Por qué Paula? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

- Si necesitas saber a dónde hay algo avísame eh.
- Por ahora encontré todo, no te preocupes.
- Te aviso, por las dudas. (Yo sonreí) ¿Qué cocinas?
- Sorpresa… Dale, anda, lo mínimo que puedo hacer es cocinarte.

Él rio y se fue.