Capítulo 11

- Intenta descansar, te prometo que cuando te quedes dormida vuelvo a mi cama.
- Sos muy tierno. (Suspiré y acaricié su mejilla) Qué descanses Pepe.
- Vos también Pau, y tranquila. Yo estoy con vos. ¿Sabes?
- Te quiero, y gracias, de corazón.
- Yo también te quiero hermosa… Y gracias a vos, por estar acá conmigo y por todo lo que me dijiste… En serio.

Sentí que acarició mi espalda y luego mi pelo. Y me quedé allí, sobre él, con sus brazos rodeándome, conteniéndome, hasta que me quedé dormida.

-

Cuando confirmé que ya estaba profundamente dormida, con cuidado, la corrí de encima de mí y salí de su cama, acomodé sus mantas y besé su frente.

Me acosté en mi cama, pero no podía dejar de mirarla… Quería cuidarla, protegerla. Ayudarla. ¿Cómo hacer? Suspiré y apagué la luz, me acomodé para dormir, pero antes de hacerlo besé su mano.

-

Me desperté en medio de la noche, y me asusté porque no entendía en donde estaba, pero me tranquilicé al ver a Pedro durmiendo a mi lado.

No encuentro las palabras para explicar lo que sentía, tenía miedo y estaba triste… (Mi vida lo era), Pero, a la vez estaba tranquila y feliz. Contradictorio. Lo sé.

Posar las manos en mi panza y saber que allí crecía mi bebé me llenaba de paz y felicidad, pero, a la vez moría de miedo, miedo por no saber qué pasaría ni con él (O ella) ni conmigo… ¿Y sí nos encontraba?

Angustia, porque definitivamente no iba a tener una vida igual a la de todos, con una mamá prostituta y un padre que mejor ni describirlo. ¿Quién puede serlo?

Suspiré y mis ojos se llenaron de lágrimas… El hecho de que el futuro sea tan incierto me hacía sentir inestable. Como flotando en medio del aire, del cielo.

Pasaron varias horas, y yo no lograba volver a dormirme… Además de todo lo que sentía, había dormido varias horas a la tarde, era lógico estar así de desvelada.

- Buen día. (Dijo y sonrió)
- Buen día. (Respondí y también sonreí)
- ¿Cómo dormiste?
- Bien, aunque dormí un rato nada más… Estoy despierta hace horas.
- Se nota, no tenes los ojos chinitos.
- (Reí) Pensé mucho, y dormí mucho también a la tarde, fue complicado volver a dormir.
- Mmm… ¿En qué pensaste? ¿Se puede saber?
- En todo lo que pasa, lo que me pasa… No sé, me siento rara.
- Bueno, si necesitas hablar me decís.
- (Sonreí) Gracias.
- Nada que agradecer. (Tomó mi mano y depositó un beso en ella) ¿Queres desayunar?
- Por favor. Estoy muriendo de hambre.
- Me hubieses dicho antes tonta.
- (Reímos) Preparo algo y lo traigo.
- ¿Acá?
- Sí, esperame.
- Mmm… Bueno, dale.

Pepe se fue, y al rato volvió con un desayuno, bastante cargadito.

- ¿Te tomaste muy a pecho lo de que tengo hambre, no?
- (Rio) Para que los dos estén bien alimentados. (Reímos y él se sentó frente a mí, con la bandeja en medio) Estás muy callada Pau… (Dijo terminando su tostada) ¿Qué pasa?
- Nada…
- ¿Estás segura?
- No. (Reí)
- ¿No queres contarme?
- No, ya me siento re pesada.
- Pau, dale.
- No, no quiero pedirte otra cosa.
- ¿Qué queres pedirme?
- (Suspiré) Yo nunca pude ir a la tumba de mis padres, y aunque sé que va a ser muy doloroso, me gustaría ir… Pero, no puedo ir sola. Lo sabes…
- Yo te acompaño.
- No quiero que sigas haciendo cosas por mí.
- Cuando volvamos te acompaño, eso no se discute.
- ¿Estás seguro?
- Sí Pau… Seguro.
- Gracias, en serio. (Él sonrió y continuamos con el desayuno) Es impagable todo lo que estás haciendo por mí.
- Impagable no, vos sabes cómo podes retribuírmelo, pero cuando vos lo sientas.
- (Sonreí) ¿Ves que sos increíble? (Él acarició mi mejilla y yo cerré mis ojos, sonriendo y suspirando)
- Me encanta el contacto de mi piel con la tuya.
- Pepe…
- ¿Qué? Solo digo lo que siento.
- No me dejaste terminar… Pepe, a mí también me encanta. Me hace bien. (Abrí mis ojos y nos sonreímos, momento en el cual entró Nico al cuarto, con la ayuda de Ramiro, su papá)

- Buen día… (Dije con un poco de vergüenza)
- Buen día chicos… (Respondió Ramiro) Los dejo que me tengo que ir a laburar, pero Nico me pidió de venir con ustedes.
- Anda tranquilo viejo.
- Disfruten del día. (Y se fue)
- ¿Desayunaste Nico?
- No Pepe, vine a desayunar con ustedes…
- ¿Queres un té?
- Bueno…
- Te lo preparo en mi taza, así no me paro.
- No hay problema Pepe.

Y no dije más nada, tan solo apoyé mi cabeza, y mi espalda contra la pared, y mis manos se posaron en mi panza.

- Ese bebé debe estar muy orgulloso de su mamá, por seguir adelante aunque esté sola.
- (Sonreí) Igual, ya no estoy tan sola. (Pepe sonrió) Y gracias Nico.
- Mi hermano es de fierro, no te va a dejar en banda. Yo sé lo que te digo.
- Me lo demuestra todo el tiempo. (Él tomó mi mano)
- Hay algo muy lindo entre ustedes.
- ¿Qué? (Pregunté sorprendida)
- No sé, algo…
- Mmm… No estaríamos entendiendo Nico.
- Pepe, sabes de lo que hablo. (Pepe y yo reímos nerviosos, e intentamos distraer la charla, a otro tema)

Yo me fui a bañar, y más tarde cuando volví al cuarto estaba Pepe en la computadora…

- ¿Estás trabajando Pepe?
- Sí… ¿Necesitas algo?
- Entender por qué Nico dijo lo que dijo.
- Te juro que yo no le dije nada, es así de perceptivo. Te lo dije.
- Mmm…
- En serio Pau.
- Está bien, te creo.
- Igualmente, no dejemos de creerle a él. (Yo reí)
- Mejor quedate trabajando. Yo me voy a charlar un rato con tú mamá.
- Escapate, algún día vas a dejar de hacerlo.

Sonreí y me fui, a veces no sabía cómo reaccionar, y este era el caso…