martes, 30 de julio de 2013

Capítulo 29

- ¿Preparo algo para cenar?
- Traje una pizza, la calentamos y listo. Me dijiste tantas cosas lindas por teléfono que no quería que pierdas tiempo en la cocina.
- (Sonreí) Me da mucha vergüenza. (Dije riendo y él también rio)
- Te juro que me encantas. (Me tomó por la cintura y me acorraló contra la pared) Y no te das una idea de cuánto. (Me besó)
- ¿Te encanta que tenga vergüenza? (Pregunté riendo)
- Me encantas así, toda vos, toda, toda, toda. (Volvió a besarme y yo rodee su cuello con mis brazos) Todavía no te llene de besos…
- ¿No estás en eso? (Pregunté rosando mi nariz con la suya)
- Mmm… No, esto es solo un adelanto. (Sonreímos y volvimos a besarnos) ¿Queres que calentemos a pizza y nos vamos a la cama?
- ¿De nuevo?
- No te vas a escapar más de mí, anda sabiéndolo.
- (Suspiré) Me da un poco de miedo ir tan rápido…
- (Negó con su cabeza) Solo son besos, mimos, y un par de abrazos para dormir.
- Por eso Pepe.
- Mmm… No te entiendo, anoche dormimos juntos, y si vivimos juntos, no sé cuál sería el problema de que durmamos juntos.
- Ese es el problema. (Me separé un poco de él, algo confundida) No quiero parecer una histérica, pero me da un poco de miedo… Me da miedo haberte extrañado tanto hoy. (Y le di la espalda, intentando ordenar un poco lo que pensaba en aquel entonces)
- Hey. ¿Por qué? (Preguntó posando su mano en mi espalda)
- Porque tengo miedo de ilusionarme, y de que vos te ilusiones, y de después arruinarlo todo.
- (Apoyó su mentón en mi hombro y rodeó mi cintura con sus brazos) No pienses así Pau.
- Es que… No puedo pensar de otro modo.
- Dejate llevar, si me extrañaste es por algo, ahora disfruta que estamos juntos.
- ¿Cómo? Me da miedo, vergüenza.
- Dejándote llevar por lo que sentís… Disfruta del ahora, no pienses en el futuro. ¿Qué queres hacer ahora?
- Estar con vos.
- Entonces hacelo. Dale… ¿Aceptas mi plan?
- Mmm… Bueno.
- ¡Sí! (Yo reí y él besó mi mejilla)
- Perdón si soy muy insoportable.
- (Rio) Digamos que te entiendo un poco, y sé que inevitablemente todo lo que tuviste que vivir repercutió en tú salud psicológica.
- ¿Qué queres decir? ¿Qué estoy loca? (Pregunté riendo)
- Un poquito. (Volvimos a reír)

Estábamos los dos en su habitación, cenando en la cama.

- ¿Cómo anda tú hermano Pepe?
- Bien, como siempre…
- Eso es bueno.
- Sí, creo.
- ¿Por qué crees?
- No, no sé… Nada en realidad.
- ¿Seguro qué nada?
- Sí, en serio.
- Mmm….
- Mmm… ¿Qué? (Preguntó riendo)
- Que no te creo.
- Te estoy hablando en serio tonta.
- Bueno, está bien. (Volvimos a reír, dejé la servilleta sobre la bandeja, y me dejé caer en la cama)
- ¿Cansada?
- No, fiaca…
- Podemos hacer fiaca juntos.
- Primero… ¿Puedo preguntarte algo?
- Obvio.
- ¿Sabes algo más del toro? (Pregunté haciéndome un bollito) Y decime la verdad, por favor.
- Nada.
- ¿No me mentís? ¿No hay ninguna novedad?
- No…
- Pedro, me estás mintiendo, sí respondes cortante es porque algo me escondes.
- No quiero que te pongas mal… (Respondió y corrió la bandeja de arriba de la cama)
- Decimelo, aunque me duela.
- (Se acostó frente a mí y acomodó el pelo detrás de mí oreja) No hace falta.
- Pedro, por favor. (Supliqué, ya nerviosa)
- Mandó una amenaza, pero yo te voy a cuidar… Te lo prometo.
- ¿Qué decía? (Pregunté asustada)
- No importa.
- ¡Sí que importa Pedro!
- Que iba a volver a secuestrarte.

El pánico me invadió de repente, y empecé a temblar. Mis ojos de llenaron de lágrimas, y de repente, mi mundo volvió a oscurecerse.

Me sentí otra vez indefensa y vulnerable, ante todo y todos.

- Pau… (Tomó mis manos) ¿Me escuchas?
- Tengo miedo Pedro, no lo soportaría otra vez.
- No vas a tener que soportarlo.
- Lo va a lograr, soy indefensa ante él, y si es lo que quiere lograr, lo va a hacer. Lo conozco.
- No estoy pintado yo eh.
- (Reí, sin ganas) Pero… Si lo quiere, lo va a lograr. (Suspiré) No es que no confíe en vos, es que ya lo hizo. ¿Entendes? ¡Ya me robó a mi hijo! (Dije llena de bronca y dolor) No hay argumentos válidos que me convenzan de que no va a poder volver a secuestrarme.
- Ay… Hermosa, veni. (Me dijo mientras me abrazaba, yo me refugié en él como si fuera una nena de cinco años que acababa de caerse una hamaca. Mi cara se escondía en su pecho, empapando su remera con mis lágrimas, y sus brazos me rodeaban, con el afán de protegerme)
- Me muero de miedo. (Dije en medio de sollozos, casi sin voz de tanto llorar)
- Tranquila… (Sentí que acarició mi espalda y besó mi cabeza) ¿De qué te sirve ponerte así?
- No sé, pero no puedo controlarlo.
- Podemos pedir que tengas custodia policial, vos no salís de acá, asique puede estar del otro lado de la puerta, o adentro. O como quieras.
- Tendría que ser al revés, parezco yo la que hizo algo mal y tiene que vivir encerrada.
- Lo sé hermosa, lo sé. (Suspiró) Te juro que estoy haciendo todo lo que está a mi alcance para que esto se termine cuanto antes.
- Lo sé, y te lo agradezco muchísimo.
- (Hizo que me separé un poco de él y secó suavemente mis lágrimas) No llores… No te sirve de nada. (Me besó) Quería que pasemos una linda noche…
- ¿Ves? Lo arruino todo. (Dije con bronca, bajando la mirada)
- (Me tomó por el mentón para que lo miré) No quise decir eso Pau… Solo dije que quiero que pasemos un lindo rato, y que vos dejes de llorar, porque no me gusta verte así. (Besó mi frente)
- ¿Y cómo me olvido de que va a venir a buscarme?
- Eso no va a pasar.
- Si va a pasar…. (Suspiré y de golpe me senté en la cama, abrazando mis rodillas, él se sentó frente a mí y posó su mano sobre las mías, las cuales abrazaban mis rodillas)
- Tengo muchos besos para darte… Si dejas de llorar.
- Entonces dáselos a otra. (Respondí desganada)
- No quiero, quiero dártelos a vos.
- ¿Entendes que me muero de miedo? ¿Entendes que va a volver a abusarme? ¿A maltratarme? ¿Lo entendes?
- ¿Y vos no entendes que llorar no te sirve de nada?
- No, no lo entiendo.
- Pau…
- No, no puedo entenderlo. Y no puedo hacer otra cosa que no sea llorar. (Apoyé mi frente en mis rodillas) Necesito dejar de respirar, para dejar de sufrir. Es lo único que solucionaría todo.
- (Sentí su mano en mi nuca, haciéndome una especie de masajes) Hay otra salida, quizás sea más larga y dolorosa, pero con un lindo final. Te lo prometo. (Y me abrazó, otra vez, haciendo que me recueste sobre su pecho) No estás sola, y nunca más vas a estarlo.
- Te quiero muchísimo, gracias.
- Yo también te quiero muchísimo hermosa. (Besó sentidamente mi frente)

2 comentarios: