Capítulo 45

Ese último mensaje me había quebrado aún más, y no sabía que responderle.

‘Soy yo, Paula, la única que existe… La vulnerable, sensible y llorona, la insegura y miedosa, la que se siente nada, sobre todo al lado de esa mujer que además de ser una potra tiene todo su secundario completo y se recibió de abogada, la que fue una puta durante diez años. Soy la misma de siempre eh’

‘Abrime, por favor…’

‘No Pedro, quedate con ella, ya sé que es más que yo’

‘No es así, lo sabes’

‘No, no sé nada’

‘Te amo’

Apagué el celular y me dejé caer en la cama, en donde lloré hasta quedarme dormida.

-

¿Por qué mierda era tan complicada? ¿Por qué no podía escucharme? ¿Por qué se tiraba así para abajo? ¿Por qué?

Silvina se quedaría hasta mañana, sí… Pero… ¡Era solo mi compañera de trabajo!

¿Por qué no era capaz de entenderlo? ¿Tan mal estaba ayudar a alguien?

Silvina estaba en la cocina, esperándome con un café, y cuando yo salía del baño me crucé con Pau, quién iba al baño. Ella ni siquiera me dirigió la mirada, pero antes de que entre la frené, tomándola del brazo.

- Pau, por favor... Hablemos.
- Hasta que ella no se vaya, no. Ya te lo dije. (Hizo que la suelte y se metió en el baño, pero yo lo hice con ella) Te vas.
- No.
- Pedro, no tengo ganas ni de verte ni de escucharte.
- No me importa.
- La llamo a tu amiguita eh.
- Por favor.
- ¿Por favor qué?
- Al menos escuchame.
- Te vas. (Dijo abriendo la puerta)
- Te amo.
- No me interesa eso ahora.

No tenía sentido seguir así, asique me fui, y demasiado enfurecido. Si era una histérica e infantil no era mi problema... ¿Qué cambiaba entre nosotros que ella esté acá?

-

Los escuchaba reírse y pasarla bien, mientras yo lloraba hecha un bollito en la cama. Está bien, entendí... Vine al mundo a estar sola y a sufrir. Gracias vida eh, una idola vos.
Las lágrimas no dejaban de ser despedidas por mis ojos... Estaba tapada hasta la cabeza y decidí poner música, con los auriculares, para, al menos, no escuchar lo bien que la pasaban... ¡Lo bien que él la pasaba! Sin mí.

Amaneció, el sol ya entraba por las hendijas de la persiana y yo seguía allí, en la misma posición que la noche anterior, aunque, ya, sin música.

Los escuchaba hablar, hasta que se fueron... Momento en el cual corrí a la cocina en busca de comida, o provisiones... Para tener y no volver a salir en presencia de ellos.

-

Hacía tres días que no la veía, era una pendeja, ya no tenía dudas de eso. Se pasaba todo el tiempo que nosotros permanecíamos allí encerrada en el cuarto, pero... En algún momento salía, y lo hacía cuando no estábamos, asique, cerré la puerta de entrada y despedí a Silvina... Yo, volví a entrar.

- Al fin... (Dije irónico)
- No voy a hablar con vos.
- Pero yo con vos sí. (La seguí hasta su cuarto, ya que intentaba esquivarme... Cerré la puerta con llave) De acá no te vas... (Ella suspiró y se dejó caer en la cama) ¿Te das cuenta que sos una pendeja, no?
- Si soy una pendeja es mi problema, no el tuyo.
- Te recuerdo que yo soy tu novio, asique también sería mi problema... Yo quiero una mujer, no una pendeja.
- Bueno, entonces dejame y andate con Silvina que sí es una mujer.
- ¿Por qué carajo sos tan terca?
- Realista soy Pedro.
- Pendeja.
- Si no te interesa esta pendeja me voy eh, y te dejo con ese mujeron que metiste en la que creí que era nuestra casa.
 - Vos sos mi mujer.
- No Pedro, yo al lado de esa mina no soy nada, al lado de cualquier mujer no valgo nada, y te juro lo entiendo, no te juzgo por eso, te entiendo.
- Estás diciendo cualquiera.
- No, sé que es como te lo digo.
- Creí que confiabas en mí y en que te amo. ¡Creí que confiabas en nuestra pareja!
- Me creí una mujer, y no lo soy.
- ¿Quién te dijo eso?
- Nadie, no hace falta que nadie me lo diga para darme cuenta, soy ignorante pero no pelotuda.
- (Suspiré) ¿Podes tranquilizarte y dejar de decir boludeces?
- No, porque no son boludeces, y vos lo sabes. (Secó sus lágrimas, con su mano temblorosa, todo su cuerpo temblaba)
- Mira cómo estás, tranquilizate, por favor.
- No me puedo tranquilizar.
- Paula, por favor. Hacelo por vos, olvidate de que estás enojada y de que yo lo estoy.
- Dejame sola y me tranquilizo.
- No voy a dejarte sola. ¿Si te pasa algo y yo no estoy?
- Me muero, y dejo de ser un estorbo en tu vida.
- ¡Paula! ¡Sabes que no lo sos!
- No me mientas, ni te mientas. (Dejó caer todo el cuerpo en su cama, llorando y temblando. Debía tranquilizarme, porque si no ella nunca lo haría, pero es que me sacaba de las casillas todo lo que decía y pensaba)

Se produjo un silencio, demasiado incomodo, el cual respete, simplemente para que ella se tranquilice. Me senté detrás de ella y acaricié su pelo, pero ella se corrió.

- Bueno, está bien... No te toco, pero tranquilizate.
- Tenes otra mujer para tocar ahora.
- Paula. ¡Por Dios!
- ¿Por Dios qué? (Preguntó gritando, dándose vuelta para mirarme) Ella es más linda que yo, más inteligente.
- ¿Por qué te crees tan poca cosa?
- Porque no soy nada, solo que tardaste en darte cuenta.
- Yo solo me di cuenta de que te amo... Aunque salgas con estas cosas sin sentido, y aunque me hagas enojar.

'Loca, me gustas de loca... Inestable y caprichosa'

- Quiero estar sola Pedro.
- Yo quiero que podamos hablar como dos personas grandes y maduras.
- Yo no soy eso... ¿O no me dijiste pendeja?
- Paula, por favor.
- ¿Por favor qué?
- Deja de ponerte más nerviosa, no quiero que te pase nada.
- ¿Ahora te preocupas por mí? Hace tres días que estás con ella y yo no existo para vos. (Y se sentó, para poder mirarme a los ojos) Entiendo lo que haces, te juro que lo entiendo.
- No entiendo que mierda queres.
- Irme.
- No podes.
- Ahora no, pero te prometo que en cuanto esté preso yo me voy, me consigo un trabajo y te pago todo lo que te debo.
- Sabes que no me debes nada.