- El primer día me llené de
culpa por haberte tratado tan mal, te estaba esperando para hablar y pedirte
perdón porque me daba vergüenza lo que había hecho, pero no solo que volviste a
aparecer con ella sino que los escucho todo el día riéndose y pasándola bien
mientras yo lloro sola acá, encerrada.
- Porque vos lo queres así.
- ¿Y qué queres? ¿Qué vaya a presenciar su buen momento?
- No, solo quiero que entiendas que solo la estoy ayudando porque no tiene
donde ir.
- ¿Y no puede ayudarla otra persona? ¿Tenes que ser justo vos?
- Paula, no estoy haciendo nada malo.
- No, meter en la casa en la que vivís con tú novia a otra mina sin preguntarle
no es nada malo. (Suspiró) Creí que por primera vez alguien me respetaba…
- ¿Podes dejar de ser tan terca?
- No soy terca, soy realista. No sé cómo pude creer en el cuento de hadas, el
príncipe salva a la princesa y son felices por siempre, porque eso no es para
mí. (Hizo una pausa) Nací para sufrir, y lo sé. (Hizo una pausa, otra vez… Y ya
temblaba su voz)
- Pau, por favor… Tranquilizate.
- Dejame terminar, necesito sacar todo afuera.
- Pero mira cómo estás, sabes que no te hace bien estar así.
- No me importa. (Suspiró) No me molesta tanto lo que hiciste, me molesta lo
que soy yo, la poca cosa que soy, la vida de mierda que tuve, que tengo y que
tendré. Me duele saber que nunca voy a poder ser alguien, que solo soy una cosa
que no sirve para nada. Me duele mi vida, me duele ser quien soy, me duele no
poder ser una mujer como cualquiera, con un sueño tan común como el de amar a
un hombre y poder formar una familia con él. ¡Me duele ser esta mierda que soy!
Y aunque intentes mentirme para hacerme sentir mejor sé que Silvina es mil
veces más linda e inteligente que yo, entiendo si te vas con ella… Desde que está acá nunca tuviste que
consolarla, y conmigo tenes que hacerlo todos los días, vi como la miras, y te
juro que no te juzgo, te entiendo. Entiendo que la hayas traído a ella acá y
que quieras que se quede, pero sobro yo.
- Jamás sobrarías en mi vida Paula.
- Sé que sí.
- ¿Y cómo carajo lo sabes?
- Lo noto en tú mirada, en tú actitud.
- ¿Cuál es mi actitud Paula? ¡Estoy acá, intentando hablar con vos y al menos
arreglar algo!
- No te gastes, es al pedo.
- ¿Qué es al pedo?
- Intentar arreglar algo, ya está, yo no soy nada, para nadie, lo sé y lo
acepto. Vos te mereces ser feliz, vos también sufriste mucho, y te mereces
alguien que te haga bien, que te haga feliz.
- Te amo a vos. ¿Lo entendes?
- ¿Sinceramente? No, no entiendo cómo te enamoraste de mí.
- (Suspiré) Basta… Tranquilizate.
- Dejame sola.
- No te voy a dejar sola, no dejas de temblar.
- ¿Y?
- ¿Queres tener otra convulsión?
- Sí, así me muero.
- ¿Podes dejar de pensar así?
- ¡No!
- (Suspiré) Acostate que te traigo un té.
- No quiero tú lastima.
- Paula, basta. En serio te lo digo.
- Y yo en serio te digo que me dejes sola.
- (Me levanté enojado) Está bien Paula, hace lo que se te cante.
Y pegué un portazo, dejándola sola. Pero me quedé del otro lado de la puerta…
¿Por qué mierda me podía así?
De repente escuché un golpe y entré, sin que me importe nada. ¡Lo sabía!
Paula estaba tirada en el suelo, temblando, sin poder parar, ni hablar. Lloraba
y gritaba irracionalmente, sus ojos estaban cerrados y presionaba sus dientes
con demasiada fuerza.
La levanté en mis brazos y la acomodé sobre la cama, mirándome… Aunque tenga
los ojos cerrados, transpiraba demasiado, asique prendí el ventilador y le abrí
su sweater.
- Pau… (Susurré) ¿Me escuchas? (Acaricié su frente)
- Sí… (Gritó)
- Tranquilizate, por favor… No quiero que empeores y tener que llamar a la
ambulancia otra vez.
Ella no respondió más nada, solo se fue tranquilizando, de a poco. Yo no me
moví de su lado, y nunca deje de mimarla.
Ya no gritaba ni temblaba, tan solo lloraba.
- ¿Me das un abrazo? (Preguntó con un hilo de voz)
Yo no le respondí, me levanté a apagar el ventilador y volví a su lado, me
acosté y la abracé lo más fuerte que pude contra mi pecho.
- Me odio.
- No tenes por qué odiarte… (Besé su cabeza) Y no digas más nada, solo termina
de tranquilizarte que yo mientras te abrazo.
- ¿No tenes que ir a trabajar?
- No Pau… No te preocupes por eso.
- Perdón.
- Sh…
Me quedé con ella, abrazándola, hasta que se quedó dormida y yo me fui…
Sinceramente me dolía todo lo que había pasado con ella y era necesaria una
charla entre ambos, pero más tranquilos.
Más tarde la escuché levantarse, desde mi cuarto.
-
Me levanté y después de recordar todo lo ocurrido fui al baño, necesitaba
lavarme la cara y odiarme un rato frente al espejo.
Me bañé, buscando terminar de tranquilizarme, y salí envuelta en una toalla al
cuarto, en donde me cambié y me quedé por un largo rato apoyada en el marco de
la ventana, respirando aire puro…
No sabía qué hacer, si irme, hablar con él o desaparecer del mundo.
(Sinceramente la que más me atraía era la última opción, pero sabía que era
imposible)
Ya hacía dos horas que me había despertado y Pedro no había dado señales de
vida… Entiendo que las tengo que dar yo. ¿No?
Luego de tocar la puerta, abrí temerosa la puerta del cuarto…
- ¿Dormís? (Pregunté)
- No…
- ¿Y podemos hablar?
- Si no me vas a gritar, ni te vas a encerrar en las pelotudeces que pensas,
sí.
- (Bajé mi mirada) Perdón.
- Dale, pasa.
Entré con vergüenza al cuarto…
- Sentate. ¿O te vas a quedar ahí parada?
- Mmm… No. (Reímos y me senté frente a él)
- ¿Podemos hablar sin que esté Silvina en el medio? Porque me da la impresión
de que fue tu excusa para estallar, tenes
demasiadas cosas reprimidas adentro tuyo.
- Vivo reprimiéndome.
- ¿Por qué lo haces?
- Porque no me gusta molestarte.
buenísimo,ojala lo puedan solucionar...
ResponderEliminar